Esta es la historia de un magnicidio. El asesinato de una reina a la que todos odian, pero a la que nadie se atreve a enfrentar cara a cara. Solo una madre, movida por el ansia de venganza, será capaz de saltarse todas las normas, dando muerte sin ningún tipo de misericordia a la mujer que ha destrozado la vida de su hija. Luego vendrán el revuelo, la conmoción, un juicio vergonzante en el que todos miente, y una implacable condena al olvido.
Un suceso real que sacudió a España a principios de siglo nos sirve como punto de partida para elaborar una fábula protagonizada por unos personales dignos de una trama de Shakespeare: amorales, ambicioso, dominados por sus pasiones, por el instinto.
Trazar el paralelismo entre esta historia y el mundo del bardo inglés es una tentación irresistible. ¿Cómo podríamos convertir una historia terrible e impactante de principios de siglo XXI en un drama histórico o una tragedia de Shakespeare? A través de un taller de dramaturgia surge el texto de la Reina Brava, un dram histórico ibérico, atemporal, que trasciende la historia original, con olor a teatro isabelino, pero también al viejo romancero castellano, a Lope y a Calderón, y a los corrales de comedias de nuestro Siglo de Oro.
En cierto reino de España, una madre y su hija perpetran un terrible magnicidio movidas por la venganza, espoleadas por el odio y el rencor que despierta en ellas lo que consideran un trato injusto por parte de la Reina; una Reina Brava que acumula poder sin escrúpulos, que gobierna tirana e implacable, sin nadie que logre hacerle sombra.