Este montaje pretende ser una comedia en clave bélica, o, dicho de otro modo, una obra de fondo bélico con un amargo regusto de comedia. En cualquier caso, lo digamos como lo digamos, pretendemos que sea una obra muy al estilo ‘absurdo’. Y pretendemos poner la mirada a través de la de los personajes en nuestra ignorancia, en nuestra ceguera, en nuestras mentiras… pero, sobre todo, pretendemos que sea una reflexión sobre las atrocidades, desfachateces, sinsentidos y cinismos que han adornado la esencia de las grandes decisiones geo-político-económicas del siglo XX, del XXI… y posiblemente de los anteriores, aunque tendríamos que leer un poco más para saberlo y ahora estamos demasiado centrados en el Paralelo 38 como para hacerlo.
Una banda de música. Una mala racha. Una llamada inesperada. Una decisión arriesgada. Bastante desconocimiento y un viaje inolvidable a un universo paralelo.
Una mezcla explosiva que lleva a la Kimchi Band o, al menos, a un par de sus miembros, a vivir en apenas cinco días un viaje al territorio más hermético del mundo:
Corea del Norte. Concretamente el azar los lleva a ser contratados para actuar en el único pueblo del país (Kijong Don) que se encuentra en uno de los lugares más
inhóspitos del mundo, la zona desmilitarizada del paralelo 38. El paralelo que divide desde los tiempos de la Guerra Fría a las dos Coreas. Pero desde la misma llegada al
país se dan cuenta de que allí nada es como esperaban. Ni el porqué, ni el cómo, ni el para qué.